¿Te gusta el café o el té? Si respondes afirmativamente, seguramente ya sabrás que la cafeína es un estimulante muy común que afecta a nuestra energía y a nuestra concentración. Del mismo modo que puede ayudarnos a aguantar el ritmo de nuestro día a día, también puede provocarnos el efecto contrario a la hora de querer desconectar, impidiéndonos disfrutar del sueño reparador que tanto necesitamos por las noches.
¿No te ha pasado que, nada más levantarte, o al llegar a la oficina, ya estás pensando en el café que te vas a tomar para “ponerte en marcha”?
La realidad es que según las estadísticas, cada vez consumimos más cafeína. Nos hemos acostumbrado a ella para poder hacer más llevadera nuestra frenética rutina. Y ya no es sólo porque disfrutamos de estas bebidas, sino también porque la cafeína provoca un cambio instantáneo en nuestro organismo. Unos momentos después de consumirla, ya podemos notar sus efectos, notándonos más espabilados.
El problema es que como sucede con casi todo, nuestro cuerpo tiende a acabar acostumbrándose a la cafeína, y puede ir normalizando la cantidad que tomamos. Esto termina provocando que, literalmente, aumente nuestro nivel de tolerancia, normalizándolo y necesitando más.
¿Esto es algo bueno o algo mal? Bien, cuando por regla general consumimos poca cafeína, podemos notar efectos positivos. El problema viene cuando abusamos de ella, bebiendo cada vez más café o más té. Y esto acaba afectando directamente a nuestro ciclo del sueño, lo cual no nos hace ningún bien.
Algunos estudios asocian el consumo de café horas antes de irnos a dormir, con perder una hora entera de sueño. Y la pérdida de descanso de calidad, provocará que nos cueste más levantarnos y que lo hagamos con menos energías. ¿Nuestra primera solución? Por supuesto, ¡más café! ¡Y cuanto antes mejor!
¿Qué alternativas tenemos a la cafeína?
Si nada más despertarnos tenemos la sensación de que nos falta energía y ya estamos pensando en tomar algo con cafeína, seguramente es porque ya nos hemos quedado atrapados en el círculo de la cafeína que describíamos antes. Por suerte podemos encontrar otros métodos alternativos.
Una estupenda manera de invertir en aumentar nuestras reservas de energía empieza por ir acostumbrando a nuestro cuerpo. Por ejemplo, podemos coger la costumbre de ir dando pequeños paseos a diario, o de hacer entrenamientos suaves, especialmente si los llevamos a cabo a media mañana o por la tarde. Si lo hacemos, iremos preparando a nuestro cuerpo para tener mayor resistencia y evitar caer en el agotamiento diario.
Es fundamental relajarnos para reducir nuestro nivel de estrés. Un factor determinante es precisamente nuestra habitación. Un buen juego de sábanas de algodón puede ayudar a no irritarnos la piel, y a mejorar nuestro sueño, algo esencial.
Otra buena opción es tomar una buena ducha fría, que nos revitalizará los músculos, la mente y la circulación. Pero después de una buena ducha fría, no olvides tener a mano unas buenas toallas de baño o un buen albornoz.
Los alimentos que escogemos también son muy importantes. Debemos intentar añadir a nuestras comidas alimentos que realmente nos aporten energía. ¡Pero es igual de importante o incluso más mantenernos hidratados! Las bebidas con cafeína, especialmente si contienen una cantidad importante de azúcar, pueden llegar a ser contraproducentes. Precisamente entre algunos de los efectos de la deshidratación, encontramos el sentirnos con una mayor sensación de cansancio. Nada que no podamos contrarrestar bebiendo más agua.
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