Seguro que alguna vez habéis escuchado o incluso utilizado la expresión “estar a duermevela”.
Es una frase que sugiere estar entre dos mundos: ligeramente dormitando y a la vez pendiente del entorno. Etimológicamente tiene su origen en el verbo dormir y vela, como acción de velar, o del latín “vigilāre”.
Esta palabra tiene la capacidad de evocarnos la fascinante historia de las costumbres de sueño en la Edad Media (y muy posiblemente desde antes), donde el duermevela, el misterio nocturno y el ambiente acompañado con velas creaba una atmósfera casi onírica.
La costumbre era dormir dos veces en una noche, existiendo una pequeña interrupción en el sueño de una o dos horas, en las que leían, charlaban o realizaban alguna pequeña tarea del hogar. Este patrón de sueño fue desapareciendo con la llegada de la revolución industrial e iluminación en las calles.
Investigaciones posteriores han apuntado que el hecho de producir una vigilia intermedia, reduce el estrés, nos ayuda a reflexionar, a recordar con mayor facilidad los sueños y en general aumentar el bienestar, si bien es cierto que resulta complicado de compaginar con los actuales horarios sociales y nuestro ritmo de vida.
También influye que este periodo era acompañado por una tenue luz de velas o de la propia chimenea, con su leña consumiéndose, algo que ayudaba a mantener, con su tipo de luz y el crepitar de la llama, un ambiente relajado más propicio para el descanso. Actualmente, si simulásemos esta costumbre, deberíamos hacerlo en similares circunstancias, ya que encender una pantalla o la luz nos estimularía, alejándonos del verdadero propósito.
Las velas siempre han estado en nuestras vidas, incluso ahora que realmente “no las necesitamos”. Continuamos utilizándolas de forma decorativa, ritual o por si se va la luz eléctrica, pero lo cierto es que nos encanta la llama: esa pequeña magia en el fuego que automáticamente nos relaja y produce un estado de bienestar casi instantáneo.
Con multitud de diseños, formatos, colores y olores, seguimos comprando velas, teniéndolas muy presentes en nuestro día a día, ya que su sencillez nos transmite una gran paz interior que nos invita a la relajación.
Más que un utensilio, las velas son un símbolo que nos acompaña recordándonos lo mucho que nos gusta evocar ambientes relajados, lo importante que es el fuego y lo sencillo que resulta transformar un ambiente con las velas adecuadas.
Un baño con velas, una cena con velas, una cita con velas, una meditación con velas… O simplemente velas para refrescar el ambiente con un aroma determinado. Velas blancas, una vela antitabaco, velas ecológicas, una vela con joya dentro…
Las velas estuvieron, están y continuarán estando para acompañarnos, para crear ambientes suaves, relajados, que nos permiten reconectar con la calma o incluso acabar a duermevela, gracias al poder de su llama, que nos transporta a un estado reflexivo y pausado.
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